Se esperaba que fuera en enero de 2021 que el proyecto de ley para crear el régimen de interrupción voluntaria del embarazo en la Argentina tuviera tratamiento en el Congreso de la Nación. La «Marea Verde» del 2018 había comenzado a emerger entre la centralidad informativa que tuvo la pandemia por coronavirus a lo largo del 2020. En esta segunda ola, el activismo feminista tuvo que centrarse, con la memoria reciente de lo acontecido, en cómo votarían les senadores. Y así sucedió. Fue una media docena de los integrantes de la Cámara Alta los que tuvieron en vilo a todes hasta hacer público su voto en el recinto.
Entre el ingreso al recinto de Diputados el 6 de marzo de 2018 y su definitivo rechazo en el Senado el 8 de agosto de ese año, un millar de expositores pasaron por los estrados legislativos para sentar su posición. Mientras, el debate penetró en la sociedad argentina de manera tal que aún distingue a las facciones “verdes” y “celestes” sesgando cualquier otro tipo de dicotomías pre existentes. Entre “la libertad de elegir” y la “salvación de las dos vidas” se vienen dando reflexiones, diálogos y polémicas en las aulas, los recintos, los consultorios y el mismo almacén del barrio desde hace dos años.
El arcoiris de posiciones ideológicas, filosóficas y religiosas, e incluso hasta las perspectivas generacionales frente a un embarazo que se desea interrumpir, tienen no obstante un anclaje concreto en términos políticos: el gobierno de la República Argentina es una democracia representativa, republicana y federal, regulado por la Constitución.
Los motivos por los cuales sendos presidentes en ejercicio habilitaron el debate y el contexto político en el que se generó en aquella y esta oportunidad no es inocuo respecto al número de votos que se pudieron contar entre las posiciones antagónicas en las que se cristalizó el debate y permitió finalmente, #QueSeaLey.
Recordamos que en su paso por la Cámara de Diputados en 2018, los legisladores le dieron media sanción con 129 votos a favor, 125 en contra y una abstención. En tanto, tras 16 horas de debate, el proyecto de legalización del aborto fue rechazado por el Senado, donde 38 legisladores votaron en contra y 31 a favor, hubo dos abstenciones y un ausente.
Cambio de planes
Con las elecciones del 2019, la Cámara Alta renovó un tercio de sus miembros, por lo que para poder lograr una aproximación a qué podría suceder en la votación era lógico centrarse en cómo moverían la balanza esos nuevos representantes.
Pero algunos de ellos tampoco eran del todo “nuevos” en la escena legislativa: hay quienes renuevan mandato y hay quienes votaron el proyecto como diputados. Partiendo del supuesto que no hubo un cambio reflexivo de parte de quienes ya participaron de la votación del 2018, se esperaba que las definiciones vinieran de los «nóveles» en el recinto. No obstante, en política dos más dos no necesariamente suman cuatro. Y así quedó confirmado.
2018: la primera gran conquista
Por primera vez en la historia la Cámara de Diputados de la Nación le dio tratamiento al proyecto de ley que contempla la despenalización del aborto el 13 de junio de 2018. Tras 23 horas de debate en el recinto iniciado en la jornada anterior, 129 legisladores votaron a favor, 125 en contra y hubo una abstención (ver cómo votó cada diputado).
Por las comisiones habían pasado entre el 10 de abril y el 31 de mayo de ese año 738 expositores en el marco de 15 audiencias públicas. Científicas y científicos, intelectuales, artistas, líderes religiosos, médicas y médicos, abogades, mujeres y varones que querían dar su testimonio protagonizaron un amplio intercambio de posiciones que precedió a los dictámenes emitidos antes de girar el proyecto para su definición en el recinto (ver antecedentes del debate).
2018: pulgar abajo en el Senado
Luego de 17 horas de debate y con el voto negativo de 38 senadores, la Cámara de Senadores rechazó el 8 de agosto de 2018 la media sanción aprobada en la cámara baja.
Fueron 31 de sus miembros que se manifestaron a favor y hubo dos abstenciones: las de Omar Perotti (Santa Fe- Justicialista) y de la senadora por Neuquén Lucila Crexell (MPN). De esta manera, la iniciativa no pudo volver a considerarse hasta el 1 de marzo del año 2019 cuando se inició el nuevo período ordinario de sesiones del Congreso de la Nación.
2020: llega la sanción ¿definitiva?
Es ley. En Argentina, las mujeres que decidan interrumpir su embarazo podrán hacerlo de forma legal, segura y gratuita en el sistema de salud. El Senado aprobó en la madrugada del 30 de diciembre de 2020 la legalización del aborto hasta la semana 14 por 38 votos a favor, 29 en contra y una abstención. Ha enterrado así la ley vigente desde 1921, que lo consideraba un delito excepto en caso de violación o riesgo para la vida de la madre. En las calles, la marea verde feminista estalló de alegría. “Lo conquistamos. ¡Es ley!”, apareció escrito en todas las pantallas gigantes instaladas en el lado verde de la plaza frente al Congreso. Con aplausos, lágrimas y largos abrazos la multitud festejó el desenlace de una larga batalla.
Con la nueva legislación, Argentina vuelve a situarse a la vanguardia de los derechos sociales en América Latina. Desde este miércoles es el primer país grande de la región en permitir que las mujeres decidan sobre sus cuerpos y si quieren o no ser madres, como ya hicieron antes Uruguay, Cuba, Guyana y Guayana francesa. En los demás, hay restricciones totales o parciales. La iniciativa, aprobada en la Cámara de Diputados dos semanas atrás, contempla que las mujeres gestantes podrán acceder a un aborto legal hasta la semana 14 tras firmar un consentimiento por escrito. Estipula también un plazo máximo de 10 días entre la solicitud de interrupción del embarazo y su realización, con el fin de impedir maniobras que retrasen el aborto hasta evitarlo.
La presión de grupos religiosos y conservadores para mantener la criminalización del aborto ha sido muy fuerte, pero no ha sido suficiente para repetir el resultado de 2018, cuando el Senado rechazó el proyecto de ley. Aun así, se anticipa una fuerte ofensiva legal.
En el país del papa Francisco, la Iglesia tiene aún mucho predicamento. No solo porque trabaja junto al Estado en la asistencia de los más pobres, a través de cientos de comedores. La cercanía de Francisco con el presidente Alberto Fernández es evidente, y la cuestión del aborto fue siempre un territorio incómodo de disputas. La plaza frente al Congreso fue evidencia de ello. Del lado celeste, donde se congregaban los grupos contrarios al aborto, sacerdotes celebraban misas ante altares improvisados y los manifestantes portaban cruces y rosarios, fotos de ecografías y un enorme feto de cartón ensangrentado.
A diferencia de la Cámara baja, donde se descontaba la aprobación, el resultado en el Senado, más conservador, era incierto. Pero ya desde el arranque la expectativa acompañó a los verdes. Los números estaban muy parejos y todo dependía de un puñado de indecisos, que enseguida pasaron de cinco a cuatro: un senador anticipó que votaría verde tras un retoque mínimo en el texto de la ley. Horas después, dos senadoras y dos senadores anunciaron también su voto positivo y elevaron a 38 los votos afirmativos, frente a 29 negativos.
Los celestes, además, habían perdido dos votos antes de empezar: el del senador Carlos Menem, de 90 años, en coma inducido por una complicación renal; y el de exgobernador José Alperovich, en licencia hasta el 31 de diciembre por una denuncia de abuso sexual.
El triunfo del sí a la ley pronto quedó definido, antes incluso de la medianoche, cuando aún faltaban cuatro horas de discursos. Ahora falta la promulgación y la reglamentación. Aunque ya se anunciaron presentaciones a los Tribunales declarando inconstitucionalidades varias. La historia seguirá escribiéndose.